Lorena Moscovich - Lic. en Ciencias Políticas, Dra. en Ciencias Sociales
BUENOS AIRES.- Por razones estructurales, el gobernador bonaerense aparece tradicionalmente en la Argentina con menores chances electorales para competir por la presidencia de la República. El mandatario de turno no lo necesita para reunir votos en el distrito y, además, porque ante los medios nacionales aparece como un posible competidor que puede disputarle el poder. Su visibilidad, entonces, tiene doble filo y lo hace más vulnerable cuando enfrenta problemas en su gestión.
El bonaerense es un gobernador poderoso a quien, normalmente, el Presidente intenta neutralizar. En líneas generales, la historia muestra que quien gobierna Buenos Aires está siempre dos pasos atrás. Partiendo de esa base, después de la derrota "K" en las PASO, Daniel Scioli quedó fortalecido porque se sacó de encima a la oposición dentro del kirchnerismo y se mantiene casi como única opción para ser el candidato oficialista en 2015.
Pocos parecen recordar que, a pocas semanas de la definición de las candidaturas para las Primarias, Scioli sufrió el asedio de sus detractores dentro del FpV, como Diana Conti o Gabriel Mariotto, y que mucho antes sobrevivió a conflictos sindicales, mientras la Presidenta le retaceaba fondos.
Su logro fue persistir, tener buena imagen y lograr esta alianza con el kirchnerismo, al punto de convertirse en el operador político del resultado que obtuvo Martín Insaurralde, que si bien no ganó logró un porcentaje de votos muy bueno para un candidato desconocido. No sólo eso, las PASO legitimaron su estilo, porque el mismo Insaurralde y Sergio Massa parecen reproducir el manual del buen sciolista, haciendo eje en la neutralidad discursiva (al punto de no decir nada) y en evitar la confrontación a como dé lugar.
A la luz de los resultados, dado que los votantes de Massa y los potenciales de Scioli son muy parecidos, no tendría demasiado sentido para la Presidenta prescindir de él. De ser así, una alianza con Massa y de Francisco de Narváez aseguraría un polo peronista de centro-derecha con excelentes chances de competirle la presidencia al kirchnerismo en 2015. Claro está, si se asume que el intendente de Tigre sea capaz de mantener su popularidad durante dos años, cuando el Gobierno intente tirarle encima todo el aparato del Estado, con denuncias y presiones para minar esa popularidad. Ahora, si Massa persiste con una buena imagen y Scioli se aliara a él, se transformarían en un polo totalmente imbatible para el kirchnerismo.
Otra razón que hace ahora más factible que antes que la Presidenta descanse en Scioli son los riesgos de poner a competir a sus delfines políticos. Asimismo, a cambio de su candidatura, Scioli puede acordar con Cristina Fernández resguardar algunas condiciones de seguridad jurídica para evitarle procesos judiciales, que parecen ser la regla para casi todos los presidentes salientes.
El probado éxito de la estrategia moderada, el fracaso de los candidatos impuestos por la Presidenta, el avance del peronismo disidente y la búsqueda de una salida honrosa del poder, son las razones que explicarían esta extraña victoria silenciosa de Scioli. Lo que uniría a esta pareja incompatible no sería el amor, sino la derrota. (DyN)